- "Sigue las señales que encontraras en el camino."
Eso fue lo único que me dijo antes de irse, ese fue el único consejo que me dio, y así es que mi corazón desde entonces no para de alterarse.
- "¿Quiéres saber entonces cómo vivir?"
Era absurda la pregunta, mas... sí, yo necesitaba ese conocimiento. Obvio, jamas oí palabra alguna de ti que contuviera una respuesta. Luego me encuentras aquí, sentado en el banco, como de costumbre.
- "¿A caso no te he dicho ya que no debes perder el tiempo?"
Cierto es que me lo dijiste, cierto... pero el tiempo pasa y yo sigo como siempre, mi alrededor sigue igual, nada cambia, el tiempo corre y yo sigo estancado en este banco muerto de frío y, a su vez, harto de tanto calor.
Sabes, ahora no es nada fácil escribirte, se hace pesado manejar estas complejas letras, letras que constantemente brotaban de ti, y ahora que ha llegado mi turno, se vuelven lentas y pesadas. No sé si realmente me estés leyendo o simplemente pasando tus ojos sobre mi grafía, te sentiras molesto por aquello que hablaste sin pensar y ahora yo manejo a mi antojo, tu poesía se hizo mi penosa prosa bohemia. Concluyo por si quieres escribir algo más que toda esta sarta de verdades a medias, solo vine a desahogarme como suelo hacer cada vez que vengo a irrumpir en tu lienzo de versos incomprendidos, te dejo pues, que finalices mis escritos como solíamos hacer, tu, mi ligero soniquete consonante.
Y era tal lo absurdo en su mirada,
que prefiendo vivir en lo eterno,
alejó todo orgullo de su desconsolado pecho, y durmió.
Años pasaban por su lado,
oscuridad, soledad, desamparo...
mas él dormido seguía,
no hubo quién de su realidad lo volviera.
Y seguía en su pesado sueño,
pobre niño aislado desde pequeño,
el Mundo quiso mantenerlo en cuna,
en la Luna meciendo su silencio.
Años pues de esta leyenda,
un pequeño que de soñar vivía,
nidado en la Luna sonreía,
a todas las brillantes estrellas,
sin saber que de todas una de ellas
de nuevo lo traería de vuelta.