- Mas las balas rozan tu cuerpo y no llueve,
el corazón susurra fuerza en tus oídos sordos;
la mañana está apagada en tu casa,
y el dolor nunca aparece cuando duele.
Está mudo el viejo reloj de mano,
en la ventana rayada de azules oscuros,
no sueña ya esa niña encadenada,
locos todos en sus días,
nadie comprende las horas perdidas,
que perdía soñando sueños.
Es dulce el sonido de las olas,
que escuchas tras la caracola de mesa,
la dueña de su mundo está presa,
de ideas sociales prohibidas.
Ella espera una estrella en el cielo de noche,
donde el tabú se apodera de su cama,
cuando la erótica despierta en su mirada;
la niña que juega con fuego entre las hojas,
temiendo nunca poder ser quemada,
temiendo ser por ello siempre salvada.
¡Pide tregua al amor, niña perdida!
por no querer seguir sola el camino de tu vida,
sueña, ríe, ama, juega, vive...
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