- Es un sentimiento más que puro, divino; es una relación en constante movimiento, no cesa, no aumenta, permanece estable. Cuando entras en una habitación, a oscuras, solo un retrato de lo que no ves, de lo que quieres ver, y de lo que crea tu mente en ese espacio vacío; conservas la cordura, mantienes el ánimo como aquel que espera una sensación inolvidable, no lo logras, pero permaneces en espera. Cuando tocas tus paredes sientes el frío, la dureza, la aspereza de un solido irrompible, inamovible, no al menos con tus delicadas manos; conoces la impotencia, el respeto que te causa aquella Nada, y a la vez no sabes el modo de huir de allí, no quieres hacer nada, y acabas en un profundo dormir.
Poco a poco vas distinguiendo espectros en las sombras que inventas, tu mente pasa de un estado conservativo a un pánico casi incomprensible, sientes sudor gélido en tu cuello y no tiendes a admitir que es tuyo, tu no eres, ya no existes en aquel espacio inexistente, el cuerpo se vuelve la cárcel de los antiguos maestros, y te sientes como volando en ninguna parte, no tienes camino recorrido, ni uno futuro por recorrer; sientes la fobia apoderarse de todo lo que eres, te sientes perdido entre cuatro paredes que por viejas conoces mejor que nadie, te sientes sin sentido ni razón, y no los necesitas, pero progresivamente te ahogas, te vas perdiendo; de nuevo vas despertando de ese sueño, vas más allá de todo, y al mirar otra vez atrás, a tu espalda, ves solo un ala, rota, inservible; y ves al fin la luz, ya no estás encerrado en la oscuridad, todo se vuelve precioso, infinito, inmenso de claridad, pero te quedas en el suelo, no puedes salir de allí, tan solo tienes un ala, y tu cuerpo tiene miedo de ceder ante ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario