- Cómo comenzar ahora, este resulta ser uno de los pocos momentos más críticos de mi vida, cuando me digno a escribir algo en estas hojas. Bien, creo que se empezaba con un "Erase una vez...", o algo así; también, quizás debería buscar protagonista a estas líneas, algo tal como un "Hermoso Príncipe" o tal vez un "Joven aprendiz de Mago", pero no, por esta vez habrá que conformarse conmigo mismo, "El Payaso de Circo". Por qué escribir esto, tan solo me falta una razón para completar esta representación, y puede que no la tenga, simplemente el hecho de querer sacar todo lo que tengo en mi cabeza, todo aquello que no quiero tener, poseer, y que sin duda alguna me pertenece. Una vez dicho todo esto, empecemos pues este sin sentido.
Se me olvidó de golpe todo lo que quería contar, se me fueron las ideas por pensarlas tanto, y de repente me puse a escribirlas, reinventarlas mejor dicho.
Cómo decir todo lo que pienso, aquello que no paro de sentir, que está ahí, y no logro hallar la manera de deshacerme de ello. Necesito expresarme continuamente, y lo peor es que nunca logro hacerlo, nunca consigo salir de ese bucle repetitivo de sentir que no me entienden, que no me comprenden, que no sienten lo que yo al mirarme en el espejo, al verme tan idiota, tan vacío, y tan solo. Es entonces cuando me embarco en la búsqueda de aquella persona capaz de comprender todo lo que de mi sale, de aceptarlo, y de seguir a mi lado, esa persona que todos queremos, y a la que nunca terminamos encontrando; confesar ahora que puedo, por mi aún corta vida han pasado muchas personas, de todo tipo, tan diferentes y con tantas cosas en común, pero aún así, ninguna que llegara a poder comprenderme en mis escritos.
Al principio no te importa estar solo, eres un crío, y no sabes lo suficiente de la vida como para darle lecciones a nadie, te paseas como si realmente fueras algo, obviando, que para el resto no lo eres, pero eso a ti aún te da igual. Empiezas a conocer personas, estas pasan cada día por tu lado, pero nunca se te acercan, les es indiferente tu presencia, y eso no para de hacer eco en ti, poco a poco acaba importándote, empiezas a odiar esa lastima en sus miradas al verte, y es cuando cedes a toda esa presión.
Conoces a diversas personas que como tu no han podido soportar esas presiones sociales, vas aprendiendo de ellas, poco a poco sabes como son, las comprendes, pero para tu sorpresa ellas a ti no, y te frustras, pero a medida que pasa el tiempo lo vas aceptando, simplemente lo olvidas. Una vez olvidado conoces a alguien, una persona que para ti tiene todo, y mucho más, o al menos eso crees, te aferras a ella como si de un tesoro se tratara, como si realmente fuera la persona que desde un principio esperabas tener a tu lado, y tan inocente continuas la función.
Podría comparar pues, con el muerto de sed en el desierto, sed y calor, vagando solo por la arena, desesperado por encontrar a alguien, y saciar su sed, pero no es así; poco a poco va pasando de un estado de cansancio a la más pura de las locuras, comienza a delirar, y es cuando aparece ese espejismo, ese oasis de agua clara, pura, deliciosa. Comienza a beber sin importarle nada, sin pararse siquiera a pensar, a distinguir la realidad, el sabor es horrible pero tiene sed, e incansablemente sigue bebiendo y su sed nunca termina de saciarse, y continua así, en un intento absurdo de obviar que realmente se encuentra solo, vacío, en medio de ninguna parte, ni siquiera su cordura lo acompaña.
Me paro de nuevo frente al espejo, miro fijamente y allí lo encuentro, esa persona que nunca se va, fiel a mi, compañero de vida; "No estoy solo", pienso, "Lo tengo a él", y de nuevo vuelvo a equivocarme, así como los niños pequeños cuando creen llevarle la razón a sus padres, así como el más ciego afirma ver el Mundo del revés. Me decido a llevar la razón y me pongo frente por frente al espejo, y lo veo, ahí está; le hablo, incesante en mi deseo de hacer que me comprenda, de creer que el pueda llegar a comprenderme mejor que nadie, él repite una a una las palabras que salen de mi boca, como si por repetir las fuera a comprender mejor, las fuera a grabar para más tarde procesarlas en su intento por entender algo, pero no es así, tan solo se está burlando de mi. Repite cada mueca, cada gesto, cada expresión, nunca se cansa, y a su vez, es el único capaz de decirme "Eres un idiota", "¿Por qué lo haces?", "¿Por qué no paras ya?", el único capaz de darme ese "Golpe de realidad", y de hacerme llorar, y él conmigo. Al verlo no puedo evitar la empatía, la lastima, la compasión, y a su vez el deseo incontrolable de tranquilizarlo, de abrazarlo, de ayudarlo y hacerle ver que yo estoy aquí, que todo va a salir bien, pero él nunca cesa en su llanto, nunca parece escuchar. Por qué no puedo ayudarlo, me pregunto, y sigo ahí, junto a él, viéndolo llorar, a veces reír, otras odiar todo a su paso, pero nunca acercarse a mi. Finalmente dejo mi orgullo a un lado, me acerco a él, no vacila e igualmente se acerca, por dentro voy acumulando un sin fin de emociones, él no huye, no se asusta, siquiera duda un segundo en tocarme, en sentirme. Coloco mi mano junto a la suya, son iguales, nada cambia, pero de golpe me aborda una inmensa sensación al tocarlo, frío, vacío, distancia, y es entonces cuando yo mismo comprendo todas aquellas palabras que solía decirle día tras día, aquello que él nunca llegó a decirme, "Estas solos y eso no va a cambiar".
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