Y vivir sin ese Sol, ¿Qué conllevaría?, a veces pienso que solo la amarga esencia de un recuerdo en los brazos de otra persona. Me sentí caballero por unos segundos, luego descendí de mi gloria y tomé consciencia, solo soy un gato de tantos. Una vez más me vi rodeado de tu aroma, paré un momento a contemplar si aquella imagen era real, si tu estabas ahí, quitándole el sentido que yo le daba a las cosas más comunes y vanas, como cuando creces y descubres que todas las ilusiones que llevabas de la mano no eran más que meros cuentos para niños.
Como de costumbre jugueteas con mis ganas, me provocas en exceso aún sin querer apreciar la reacción que ello produce en mi, y me arrancas un gemido del silencio, destrozando así todos los sentidos de mi cuerpo, me dejas en paro y sin querer, me dejas.
Conozco bien aquello que me haces pensar, sé de tus manías por tenerlo todo bajo control, siendo todo un mismo caos y a partes iguales, tu y yo. Se quedan mudas mis palabras, y hoy por fin puedo decir que escribo algo con lucidez, hecho para que me entiendas, hecho para hacerte creer. No puedo llegar a comprender tus cabezonerías, y aún así las conozco demasiado bien; no es mejor pensar en qué puedo, o qué es lo que no debo hacer. De todos modos tu sigues sin comprender lo que te digo, haces notar tus dudas con una mueca en la cara y un acercamiento, como si por estar más cerca de mi fueras a entender mejor aquello que te digo y tus quejas hicieran en mi una magia tal que hasta el más simple se volviera un erudito, pierdes todo resquicio de paciencia.
Me sigo sintiendo torpe igualmente, ¿No crees?, si tu te sientes desordenada imagina estas páginas del revés, crea una ilusión pasajera de mi, donde solo soy lo que ves y oyes, y tu creatividad no surte efecto a la hora de encontrarte con mi recuerdo. Lo que siento es algo que viene y va, que se debilita y se hace más fuerte a ratos, siempre a ratos, no sé por qué mi corazón no palpita dos veces siguiendo un mismo ritmo, ni por ti, ni por el alma que habita este cuerpo, y sin embargo nunca queda en silencio.
Me destrozas las ilusiones, me desarmas todo argumento de ser o no ser, se me anudan en la garganta las palabras, haciendo de estas una maraña de sin sentidos, de versos estéticos carentes de sustancia que los mantenga a flote, y aún así para mi siguen teniendo su razón de existir.
Controlo mi tiempo con un reloj de arena, no sé por qué, se marchitó la idea de seguir esperando por alguien más, busco consuelo en mis propias falacias y escribo quizás para alguien en mi imaginación, alguien que quizás seas tu. He de decir, siento un pánico práctico al verte, al mantenerme a ciegas en un mismo espacio contigo, al intentar controlar la respiración y sin quererlo seguirte el ritmo, como si pudiera mantenerme así indiferente, invisible a tu lado, y quedarme eternamente así, sin resultar una molestia constante a los oídos y dejándolos así evadirse del ruido de la calle. Mantengo ese pánico escondido, lo dejo estar en uno de los muchos cajones donde guardo mis miedos, manteniendo la distancia con los nervios y el deseo, evitando la provocación que ello supone para mi cabeza; que esta se alce en su gloria proponiendo así la dimisión de todo control, de ese caballo blanco de los antiguos filósofos, siendo yo así el auriga de un carro directo a nuestra perdición.
Es ahora pues cuando paro y reflexiono, ¿No es mejor darle a la Luna un hueco también en mis noches?, la respuesta es siempre la misma: cortejo un sin fin de estrellas en un cielo donde rige un satélite de grandes dimensiones, donde se puede soñar, mantenerse despierto y a la vez pensar que estás sumido en el más dulce de los sueños, cavar tu propia tumba en uno de sus inmensos cráteres y ser feliz, porque al fin y al cabo todos hemos sido ese Principito que bajó de su hogar para poder ver más, sí, quedandose al final para no volver, creciendo, y destruyendo todas esas ilusiones que atesoró una vez, ilusiones que yo por desgracia ya he perdido.
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